Hoy 29 de septiembre queremos recordar la figura de Miguel de Unamuno y celebrar su doble aniversario por dos razones: por un lado se cumplen 150 años de su nacimiento y por otro la coincidencia con su santo, San Miguel, en el día de hoy.
Hablar de Miguel de Unamuno es hablar de una de las personalidades más destacadas de la Generación del 98. Fue principalmente escritor y filósofo, pero por encima de todo fue un hombre fiel a sus principios, que luchó llevando por arma y escudo el intelecto y la razón contra las voces más intransigentes de la época.
Miguel de Unamuno nació en Bilbao un 29 de Septiembre de 1964, en el seno de una familia repostera, donde pasó su infancia y la primera etapa de la adolescencia. Comenzó sus estudios en el colegio privado de San Nicolás, para después continuar su formación en el Instituto Vizcaíno, etapa que se vio afectada por la Tercera Guerra Carlista y el bombardeo que sufrió la ciudad de Bilbao. Dicho episodio quedaría reflejado en su primera novela Paz en la Guerra.
Sus estudios universitarios los realiza en la Universidad de Madrid, matriculándose en Filosofía y Letras. Tras terminar sus estudios se doctora con una tesis sobre la Lengua Vasca, temática a la que dedicará posteriormente diversos escritos.
Miguel de Unamuno decide preparar distintas oposiciones, entre ellas a la cátedra de Griego de la Universidad de Salamanca, la cual consigue tras varios meses de estudio. Desde el primer momento el escritor quedó enamorado de la ciudad de Salamanca y era un asiduo en las tertulias culturales que se celebraban en el Café Novelty, en la Plaza Mayor de la ciudad.
Con tan solo 36 años de edad, fue nombrado Rector de la Universidad de Salamanca, cargó que ostentaría hasta tres veces. El 22 de octubre de 1936 se firmó un decreto que le destituiría de sus tareas de rector por su pensamiento contrario al régimen franquista de la época. En la inauguración del curso universitario de ese año tuvo lugar uno de los enfrentamientos más conocidos del escritor con los falangistas de la época, donde pronunció en su discurso la conocida frase “venceréis pero no convenceréis” haciendo alusión a la sinrazón de la guerra y las clases dirigentes de la época.
Fue restituido en su cargo de rector de la Universidad de Salamanca de forma póstuma en octubre de 2011.
Estuvo exiliado en Francia, Fuerteventura y Hendaya por razones políticas y tras el incidente en la Universidad pasó sus últimos días bajo arresto domiciliario en su casa de la calle Bordadores, en la capital salmantina. Murió el 31 de diciembre de 1936 en este mismo lugar, dejando consigo un gran legado literario e intelectual que se mantiene hasta nuestros días.