Enseñar a niños, una cuestión de energía
Enseñar español es una experiencia gratificante. Es una actividad que pone a prueba tus capacidades de creatividad y liderazgo, y que desde el mismo inicio te hace cuestionar acerca de cómo lograr que tus estudiantes se comprometan y aprovechen todas las herramientas que tienen a su alcance para aprender de la mejor manera posible; herramientas que de una u otra manera tú serás el encargado de llevar, lección tras lección.
Claro, estoy hablando de estudiantes adultos que tienen unos propósitos claros y definidos para el aprendizaje, que van desde hacer una viaje por los países de su interés, encontrar un trabajo, certificarse, etc. ¿Pero qué pasa cuando decidimos internarnos en el maravilloso mundo de enseñar a niños? Pues bien, en esta entrada me gustaría compartir un poco de eso que todo profesor de ELE, que se quiera centrar en ese campo, debe conocer acerca del alumno y de su función dentro del aula.
Por un lado, hay que conocer como son los niños en el aula. Por lo general, los pequeños deben recibir una gran cantidad de atención para aprovechar esa inagotable fuente de energía, que es en sí, el insumo más valioso que tendremos y que lleva, justamente, a que su capacidad de concentración varíe en cuestión de segundos. Por otra parte, también hay que tener en cuenta que los niños son seres que no se avergüenzan de nada (salvo algunas excepciones) un juego, una representación, un concurso o una competencia, con las que obviamente, además de aprender, se pueda hacer reír a los compis de la clase, y por supuesto, a ti mismo, y en el que ojalá puedan hacer lo que más les gusta, que es hablar sobre sí mismos y cuestiones como su familia, sus gustos, sus amigos, entre otras cosas.
Por otro, el profesor. A diferencia de la enseñanza de adultos, la de niños debe contener grandes dosis de predisposición positiva, paciencia y empatía, todo ello desde un enfoque flexible que tenga en cuenta procesos sistemáticamente organizados, en los que además de hacer un diagnóstico de los intereses y las predisposiciones de los alumnos, se logren integrar actividades que desarrollen las competencias comunicativas desde lo lúdico y el aprovechamiento de sus capacidades artísticas y la integración de las nuevas tecnologías.
Visto así, la enseñanza de español a niños es un gran entramado al que se irán integrando todas las estrategias y elementos que tengamos a nuestro alcance. Solo con esa integración se logrará involucrar al niño no solo como un simple actor de la clase, sino como individuo, desde el punto de vista lingüístico, cognitivo, afectivo y social.