Una vez que salimos del aula de español, llega el tiempo de la reflexión sobre la lengua y sobre su enseñanza. Es el momento de crear y compartir nuestras ideas y debatir con… ¡felicidad! Al fin y al cabo, se aprende mucho más si se contrastan opiniones, puntos de vista, experiencias. ¡Démosle vida al español!
Si tenemos algún amigo de la zona de Salamanca o Valladolid, probablemente hemos tenido la ocasión de escuchar una frase como “Ayer la dije a mi madre…”, una frase que nos desestabiliza durante unos segundos, a pesar de que la comunicación no se interrumpe en ningún momento. ¿Qué es lo que ha pasado?
Se trata de un caso de laísmo, es decir de un caso de utilización errónea del pronombre la en un contexto gramatical donde era oportuno usar le. La RAE nos dice que el pronombre complemento indirecto, en español, tiene que ser obligatoriamente le, bien cuando se refiere a una persona de sexo masculino, bien cuando se refiere a una persona de sexo femenino. Los (o las) que defienden el laísmo protegen su lógica: si en la gramática siempre se distingue entre masculino y femenino, ¿por qué tenemos que crear confusión usando un solo pronombre? En realidad, en español se utiliza le y no la porque es una manera de distinguir cuando se trata de un complemento directo y cuando se trata de complemento indirecto. Sin embargo, si nos ponemos a analizar todos los casos, llegamos a la conclusión de que esta diferenciación no se aplica también con el pronombre masculino. De hecho, el pronombre directo masculino es lo, pero se acepta le cuando el objeto es un hombre. Esto significa que tenemos dos funciones distintas (directo e indirecto) de la misma palabra, le.
¿Por qué esto pasa con el género masculino y no con el género femenino? Probablemente, habrá quien conteste a esta pregunta hablando de lenguaje inclusivo, pero no es mi caso, ya que, como indica el título, el enfoque que quiero dar a este debate es de carácter lógico. La lógica nace de esos contextos donde es posible que haya confusión si se usa de manera ‘totalitaria’ el pronombre le. Os pongo un ejemplo:
A: Dani y María están arriba con las maletas, ahora bajan.
B: ¡Vaya! Se me ha olvidado el cargador, dile que me lo traiga por favor.
En este caso, no podemos saber si ese dile se refiere a Dani o a María. Sin embargo, se trata de un contexto real fácil de solucionar, puesto que las dos personas probablemente se encuentren juntas o cerca, con lo cual lo importante es que alguien haga lo que B ha pedido. La comunicación, entonces, podría no fallar.
Pero podría haber otros casos donde la comunicación falla del todo. Os pongo otros dos ejemplos:
A: Me acerco a Dani y María, que están bailando allí cerca de la escalera, ¿vale?
B: ¡Vale! Pero dile que se venga aquí que tenemos que hablar a solas.
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A: ¡Mira! ¡Dany y María!
B: Uff… qué ganas de pegarle, ¡te lo juro!
En el primer diálogo, la petición de B está dirigida a una persona en concreto, pero necesita especificar a Dani o María para que el mensaje llegue de manera correcta y no haya malentendidos. Lo mismo pasa en el segundo ejemplo, donde no sabemos realmente a quién quiere pegar B. En cierto sentido, entonces, la diferenciación entre le y la se apoya tanto en su sentido lógico como en lo que solemos llamar ‘economía lingüística’ (la lengua que tiende siempre a simplificarse para que haya eficiencia en la comunicación a través de un esfuerzo menor). Sin esta diferenciación, estamos obligados a ampliar nuestra frase (primer diálogo) o, en algunos casos, a extender las intervenciones del diálogo (segundo diálogo, que tiene que seguir con la pregunta de A ‘¿a quién de los dos?).
Finalmente, me gustaría cerrar esta entrada a través de ejemplos de otras lenguas neolatinas, para ver dónde se presenta este problema y dónde no. Para los que están a favor del laísmo, quizás os agrade saber que hay otro idioma donde, en cierto sentido, se produce laísmo. Se trata del italiano, única lengua neolatina que tiene dos pronombres indirectos para diferenciar masculino de femenino. De hecho, en italiano decimos:
Voglio regalargli una maglietta à Quiero regalarle (a él) una camiseta
Voglio regalarle una maglietta à Quiero regalarle (a ella) una camiseta
Llegaría a la conclusión de que, al fin y al cabo, el laísmo es algo que solamente nos suena mal, debido a su escasa difusión en la península, pero tiene su lógica y también su correspondencia en otro idioma. Además, a pesar de su escasa difusión, el laísmo está relacionado con un contexto de uso concreto y ‘fijo’, una zona de España donde seguirá produciéndose el fenómeno… ¡para siempre!