Torrija. De torrar.

  1. f. Rebanada de pan empapada en vino o leche y rebozada con huevo, frita y endulzada.

Así define la RAE a nuestra querida torrija, de la que existen sinónimos culinarios en múltiples partes del mundo: pain perdu en Francia, pain doré en Canadá, arme ritter en Alemania, khobz belbid en Marruecos, rabanadas en Portugal, augofetes en Grecia, xi duo shi en China, estorrejas o torrejas en México, Honduras y El Salvador, poor knights of Windsor en Gran Bretaña, grenki en Rusia, fotzelschnitten en Suiza, pofesen en Austria, bundás kenyér en Hungría, wentelteejfe en los Países Bajos,…

Los orígenes de la torrija podrían remontarse al siglo IV, donde pueden encontrarse referencias en el recetario en latín De Re Coquinaria (Sobre materia de cocina). Esta obra, del siglo IV o V, se atribuye a Marco Gavio Apicio, autor romano que vivió en el siglo I. Que la torrija aparezca en dicho recetario no es casual, ya que en la obra se recogen gran cantidad de trucos y consejos para aprovechar las sobras de la cocina; dar salida al pan sobrante fue el principal objetivo de esta preparación. Su rastro puede seguirse a lo largo de los siglos, encontrando la primera receta de torrijas en la obra de Francisco Martínez Motiño, de 1611.

En España suelen consumirse durante la celebración de la Semana Santa cristiana, no quedando claro si en compensación al ayuno y la abstinencia exigido en esta época a los practicantes, por la simbología mística que se le pueda atribuir o como simple medida de ahorro doméstico heredada de antaño.

Empápense las rebanadas de pan del día anterior (o mejor, reposado de dos días) en vino tinto (para los “obispos”) o en leche (para las características torrijas) y rebócense en huevo batido; fríanse en aceite y endúlcense generosamente con azúcar o miel, olvidando toda penitencia que pudiera reclamarse en Semana Santa.

Este esquema básico admite todo tipo de variantes (rellenos, distintos tipos de pan, horneados que sustituyen a la fritura, rebozados salados, etc.), que van diluyendo la sencillez esencial de este postre; pero no nos frenemos a la evolución…la torrija también tiene que adaptarse o morir.

A pesar del interés puramente goloso, esta palabra va asociada a expresiones que despiertan nuestra vena lingüística:

  • “Tener alguien una torrija”.
  • “Llevar alguien una torrija o llevar alguien una torrija encima”.

Dentro de España, el significado de estas expresiones varía dependiendo de la región. La expresión: “¡qué torrija llevas!”, en Extremadura, indicará que la persona a la que se dirige está alicaída o con aspecto de estar agotada, mientras que si escuchas: “lleva una torrija encima que no se tiene en pie…”, en Andalucía, entenderás que la persona que “lleva” la torrija está confusa o atontada y no puede actuar con agilidad mental (por extensión, puede entenderse que la persona está ebria o borracha).

Sin embargo, estas expresiones coloquiales no aparecen recogidas por la RAE; una pena, porque la torrija bien lo merece.

Fuentes

Real Academia Española de la Lengua.

¡Qué torrija tienes! (Language and cultural encounters).

¿De dónde vienen las torrijas? y El gran mapa de la torrija (El Comidista/El País).

¿Conoces la historia de la torrija? (Directo al paladar).

Las torrijas por el mundo (Goumandin).