Si los ojos son el espejo del alma, la lengua es el espejo de la cultura. Cuando enseñamos una lengua, no podemos prescindir de su entorno, es decir su contexto, su reflejo en la realidad, ya que es la única manera de entenderla plenamente. J

Hay muchas maneras de difundir la cultura hispánica: periódicos, vídeos, películas, literatura, música, arte. En esta sección nos dedicaremos a todas estas posibles fuentes, generando debates y comentarios. ¡Démosle la vuelta a la tortilla!

 

Detrás de la breve definición que propone la RAE de la palabra “tauromaquia”, es decir “arte de lidiar toros”, se esconde en realidad un mundo inmenso. Un mundo muchas veces criticado, contestado, polemizado y todos los demás “-ados” negativos que designan a una persona que no está de acuerdo con este arte. La polémica nace de la misma definición: ¿ha de considerarse como un arte o como un artístico maltrato animal?

Las raíces de lo que hoy en día llamamos “corrida de toros” se anclan en las antigüedades de la historia del hombre. Nace y se desarrolla como rito sacrificial convertido a espectáculo para el público. Desde sus orígenes, esta práctica obtuvo gran éxito, lo que le ha permitido sobrevivir a siglos y siglos de historia. Miles de personas hoy en día siguen participando en estos eventos tanto en directo como a través de su transmisión televisiva, aplauden por los movimientos sinuosos de los toreros y las ruinosas caídas del toro. Los fanáticos de las corridas no ven el espectáculo como una lucha hombre-animal, sino como una expresión artística que une movimiento, experiencia, habilidad, intuición, imaginación y mucho más. Todo esto, además, realizado en un contexto ad hoc rico de colores, entre el traje del torero (verdaderas obras de arte) y arenas adobadas detalladamente: dicho en otras palabras, el mismo contexto acerca mucho más la corrida a la definición de “espectáculo artístico” (como si se tratara de un teatro o del escenario de un concierto).

Sin embargo, una vez llegados al siglo XXI, en pleno “vanguardismo 2.0”, la tauromaquia tiene que enfrentarse a una revolución (y a una re-evaluación) movida por la masa, quien está descontenta de esta actuación que se define ahora “cruel” e “irrespetuosa”. En las últimas dos décadas ha aumentado el número de personas en defensa de los derechos de los animales y sobre todo ha aumentado su fuerza y su decisión. Las protestas han sido tan fuertes que se han llevado a un nivel institucional, tanto que en muchas Comunidades Autónomas se ha procedido al cierre de espectáculos taurinos.

La pregunta sigue siendo la misma, o casi: ¿ha de considerarse como un rasgo cultural o como simple maltrato animal (de animales)? Los que defienden esta práctica se apoyan en sus mismas raíces, que han convertido la corrida en un rasgo cultural de España. Pero al otro lado están las personas que defienden a los animales y que ven esta práctica como un verdadero abuso.

¿Cuál será el destino de la corrida? ¿Quién ganará esta batalla ideológica?