¡Hablemos (de) español! / Un método basado en la dramatización
Una vez que salimos del aula de español, llega el tiempo de la reflexión sobre la lengua y sobre su enseñanza. Es el momento de crear y compartir nuestras ideas y debatir con… ¡felicidad! Al fin y al cabo, se aprende mucho más si se contrastan opiniones, puntos de vista, experiencias. ¡Démosle vida al español!
Dentro de dos semanas estaremos en Florencia para una Jornada Didáctica de Español organizada por la Junta de Castilla y León en colaboración con la Conserjería de Educación en Italia, Grecia y Albania. Allí llevaremos un taller titulado “Hacia un método basado en la dramatización: una visión transversal de su uso en el aula de ELE”, creado e impartido por mí.
Las motivaciones que me han llevado a impartir este taller son muchas y están relacionadas con la misma temática de esta sección de nuestro blog, es decir la reflexión acerca de la lengua español y de cómo enseñarla. El punto de partida es el siguiente: ¿por qué los métodos de enseñanza empleados en la educación secundaria no son capaces de crear alumnos “competentes” (en términos del MCER)? ¿Dónde está el fallo?
Reflexionando sobre lo que está presente en el aula de ELE y lo que hace falta integrar, he conseguido encontrar un aspecto que, muchas veces, se considera secundario cuando, para mí, se trata de algo fundamental para el aprendizaje de un idioma: la dramatización. La dramatización no ocupa un rol importante en los planes curriculares de los colegios en cuanto, desafortunadamente, suele confundirse con el término “teatro”. Teatro y dramatización no coinciden en cuanto el primero es un laboratorio que tiene como objetivo la escenificación de un espectáculo, que se centra, dicho de otra forma, en el “objeto final”, mientras que el segundo tiene como objetivo la reproducción de situaciones de la vida cotidiana o del mundo real a través de una “improvisación” (o semi-improvisación) donde los componentes representan a si mismo o a un alter-ego. En este caso, se trata de un ejercicio que se centra en el “proceso”, ya que no supone ningún espectáculo. Esto significa también que, al contrario del taller teatral, donde el profesor necesita cierta experiencia, la dramatización no supone ninguna preparación específica, porque lo que se realiza en clase es simplemente una reproducción de lo que ocurre fuera. Ya tenemos un “punto a favor” de la dramatización: “15 a 0”. Sigamos.
Actividades de dramatización conocidas como es el caso de los role-play son ejercicios que ya se usan en clase, aunque de manera esporádica. Sin embargo, lo que yo propongo a través de esta reflexión es un método basado en la dramatización: se trata de transformar la dramatización en verdadero método de práctica de la lengua, puesto que gracias a ello se reproducen situaciones reales y donde se usa la lengua en su contexto. A través de juegos de diferente tipo, los estudiantes tendrán que esforzarse para resolver situaciones de conflicto o de debate donde es imprescindible usar la lengua meta. Se trata de alejarse, por fin, de esa lengua tan abstracta y ficticia con la que se suele trabajar. “30-0 y servicio para la dramatización”.
Como se intuye de la segunda parte del título del taller, la idea es usar la dramatización de manera transversal, no solo para practicar las destrezas orales, sino para acercarse a ámbitos también más difíciles de trabajar en clase de manera “directa”, como por ejemplo la pragmática y algunos aspectos del español oral (lenguaje coloquial, pronunciación, entonación, ritmo). Se fomentará una reflexión continua para que los estudiantes produzcan de manera natural pero a la vez consciente y donde el ejercicio se transformará en base de aprendizaje y de automatización. Hay que tener en cuenta, de hecho, que el objetivo principal de actividades enfocadas en la dramatización está en el desarrollo de la competencia estratégica, componente fundamental en las skills del estudiante para llegar a ser un aprendiz “competente”, ya que más grande será el número de estrategias de las que dispondrá, mayor será su capacidad de moverse en contextos prácticos de uso de la lengua. Se trata, dicho de otro modo, de una manera de trabajar donde el alumno aprende a aprender y a desarrollar sus competencias, de manera cooperativa pero a la vez autónoma, ya que irá formando sus propias estrategias apoyándose en la comparación con sus compañeros. “45-0, match point”.
Me gustaría conocer vuestra opinión acerca del argumento, también basándoos en vuestra experiencia como docentes, para ver si llegamos a la “victoria final”. ¿Creéis que es posible desarrollar este método? ¿Cuáles son los límites y las ventajas? ¡Espero vuestras respuestas! 😉