Una vez que salimos del aula de español, llega el tiempo de la reflexión sobre la lengua y sobre su enseñanza. Es el momento de crear y compartir nuestras ideas y debatir con… ¡felicidad! Al fin y al cabo, se aprende mucho más si se contrastan opiniones, puntos de vista, experiencias. ¡Démosle vida al español!
Hoy no hablamos ni de estrategias ni de trucos y tampoco vamos a reflexionar sobre aspectos de la lengua. Hoy vamos a hablar de los estudiantes mismos y de su aprendizaje.
Hace unas semanas reflexionamos sobre la posibilidad de emplear en nuestras aulas de ELE un método basado en la dramatización, en cuanto ventaja para el aprendizaje de los estudiantes, quienes podían llegar a ser aprendices competentes. Dentro de ese método, destacamos la importancia del componente estratégico, en cuanto representa la capacidad transversal del estudiante de “moverse” dentro de la lengua. Hoy me gustaría ampliar este argumento, en cuanto considero que el componente estratégico o, casi mejor dicho, la competencia estratégica, es quizás uno de los aspectos más importantes que hay que desarrollar en la clase de ELE. Pero… ¿qué es la competencia estratégica? El diccionario de términos clave de ELE del Instituto Cervantes la define de esta manera:
La competencia estratégica es una de las competencias que intervienen en el uso efectivo de la lengua por parte de una persona. Hace referencia a la capacidad de servirse de recursos verbales y no verbales con el objeto tanto de favorecer la efectividad en la comunicación como de compensar fallos que puedan producirse en ella, derivados de lagunas en el conocimiento que se tiene de la lengua o bien de otras condiciones que limitan la comunicación.
En esta definición están todas las skills que necesita un aprendiz: “uso efectivo de la lengua”, uso de “recursos verbales y no verbales”, llegar a una “efectividad en la comunicación” y “compensar fallos”. La competencia estratégica es, dicho de otro modo, la capacidad de “moverse lingüísticamente”. Todo esto, dentro de un punto de vista práctico, porque estamos dentro del campo del saber hacer, que, recordamos, es una de las competencias generales. Y es justo en relación a las competencias generales que es justo subrayar el papel del componente estratégico, porque este se colocaría como puente entre el saber y los otros saberes, es decir saber hacer, saber ser y saber estar. Si el saber concierne el conocimiento general de una lengua, lo estratégico permite moverse dentro de ese conocimiento para convertirlo en comunicación. Desarrollar estrategias en el aula significa, entonces, poner en práctica lo estudiado y cruzar conocimientos para que el estudiante sepa utilizar efectivamente la lengua.
El hecho de considerarlo como un puente, además, nos ayuda también a dibujar una competencia que, a parte enlazar ámbitos de la lengua, es útil para llenar el vacío que se puede crear. Imaginemos un archipiélago formado por muchas islas conectadas por puentes móviles. Las islas representan los macroconocimientos de la lengua. Estas, a su vez, están rodeadas por islas más pequeñas, que no son los microconocimientos (porque estos están dentro de las islas grandes en cuanto “pueblos”), sino bases en las cuales apoyarse entre una isla y otra para moverse más rápidamente o bases de “salvación” en caso no se llegara a la isla grande. La función de los puentes es entonces doble: permitir comunicaciones más rápidas y evitar vacíos en la misma comunicación.
Si desarrolláramos esta competencia en nuestra clase de español, podríamos llegar a tener estudiantes capaces de moverse con más habilidad y más soltura, mejorando a la vez su seguridad con la lengua meta.
La pregunta final es: ¿cómo desarrollamos la competencia estratégica? Pues es vuestro turno, profesores, ¡adelante con las propuestas! 🙂