Tradiciones navideñas españolas (primera parte)

La Navidad ya está a la vuelta de la esquina. Como ya adelantábamos hace dos semanas, este viernes los hogares españoles se levantarán con el canturreo de los niños y niñas de San Ildefonso y la esperanza de llevarse alguno de los casi 1800 premios de la Lotería.

Sin embargo, el espíritu de la Navidad ya se respira desde hace más o menos dos semanas: el tradicional alumbrado de las calles suele tener lugar durante el Puente de la Inmaculada (sucesión de días festivos entre el 6 y el 8 de diciembre), aunque es cierto que, desde hace años, cada vez son más los comercios que encienden y decoran sus escaparates durante el mes de noviembre (u octubre, o septiembre…) ¡y, para los previsores, los décimos de la Lotería de Navidad se pueden comprar desde julio!

Además, durante estas semanas previas a la Nochebuena, los bares y restaurantes están llenos de las tradicionales cenas o comidas de empresa, esas reuniones en las que el –normalmente estirado- de contabilidad acaba bailando La Macarena con la corbata atada a la frente y le acabas contanto a la jefa de personal por qué es tu mejor amiga (aunque al principio no la soportabas). Lo bueno de estas ocasiones es que solamente son la comidilla durante los días posteriores, en los que la empresa está igualmente medio vacía. Además… paga la Dirección.

Un complemento opcional para este evento es el amigo invisible. La mecánica es muy simple: un día, un par de personas se levantan inspiradas y deciden liar a todo el personal para que meta su nombre escrito en un papelito en un gorro de Papá Noel/caja de folios vacía/cualquier otro recipiente que haga las veces de “bombo”. Al principio, no se recibe la idea con entusiasmo, pero el espíritu navideño (y la presión social) hacen que, al final, dos o tres personas reciban inciensos o quemadores de esencias, otras dos o tres, calcetines con motivos navideños y, por lo menos una, ropa interior (picante y siempre de color rojo). El resto, libros y tazas.

A la intimidad de los hogares llega el momento de montar el belén y el árbol. Aquí no hay término medio: o montas el belén con todos los personajes que aparecen en la Biblia (y algunos introducidos por la cultura popular, como el caganer o la castañera), u optas por la versión minimalista (María-José-niño-mula-buey-Reyes Magos). Si tienes vástagos en edad escolar, es posible que algunos (o todos) los personajes estén hechos en plastilina, pasta fimo o goma Eva. Eso sí: todos tendrán un río de papel albal, harina emulando la nieve y musgo por los suelos (parece que nos resistimos a aceptar que la ciudad de Belén se encuentra en Palestina, donde en diciembre la temperatura media es de 15 º).

El árbol es harina de otro costal. Aquí puede haber de todo. Eso sí: por suerte, en España combatimos la deforestación -y la crisis- y no compamos un árbol natural al año, que acabe irremediablemente destinado a morir. Adquirimos un arbolito de plástico que utilizamos desde que damos nuestros primeros pasos hasta que acabamos la carrera universitaria y después acaban adornando nuestros herederos. Los elementos son eclécticos: desde calcetines -importados de las series estadounidenses- hasta bolas de colores. El espumillón es como las camisas de cuadros: un año está de moda y el año siguiente nadie lo soporta. Las lucecitas de colores, que no falten (si pude ser con diferentes fases, mejor, aunque hay que tener cuidado porque algunas pueden provocar ataques epilépticos). En las casas con gatos, la opción barata y rápida es ponerle una estrella –de papel- al ficus (si es que no ha muerto ya bajo las garras del felino). Así, se ahorran dinero y disgustos, aunque los mininos pierden una importante fuente de diversión.

Así, pasito a pasito, llega la Nochebuena. Es, sin duda, la cena más importante de todas las fiestas. La familia al completo se reúne alrededor de una mesa y come y bebe como si no hubiera un mañana. Durante unas horas, cuñados, suegras, primas y sobrinos comparten en (más o menos) armonía unas horas en las que todo sale bien mientras se evite hablar de política o fútbol. Algunos hogares han adoptado la tradición europea de recibir a Papá Noel esta noche. Se rumorea que es para que los peques de la casa disfruten de sus juguetes durante todas las vacaciones escolares. Pero sabemos que, en realidad, es para recibir regalos dos veces (¿renunciar a los Reyes? ¡Ni hablar!).

Aunque hayamos bebido como si no hubiera un mañana… ese “mañana” llega en forma de comida de Navidad. Puede ser con la otra familia, esta vez. El procedimiento es similar, pero de día: se reúne todo el mundo, se comienza con los aperitivos, entrantes, ensaladas, sopas, langostinos, cordero, cochinillo, pescado, que no falte el pan para empujar, turrón, mazapán y polvorones. Una copita de cava, cafelito y sobremesa de dos o tres horas. Si la tarde acaba sin ningún asesinato, se puede considerar que ha sido todo un éxito.

(Según los expertos, engordamos de media cuatro kilos cada Navidad. A estas alturas, ya llevamos tres.) 

No te pierdas la segunda parte de nuestra entrada sobre tradiciones navideñas españolas.

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